El cocuy es el licor más tradicional de los larenses, suelen ofrecerlo a las visitas, sobre todo a los hombres, en sus casas.
Cuando se sorben sus más de 50 grados alcohólicos, en ocasiones hasta 80 grados en su estado más natural, el estómago parece incendiarse.
Esta bebida, extraída de la planta agave cocuy, cumplió el pasado mes de febrero una década de haber sido declarada patrimonio cultural del estado Lara.
El agave: Una planta silvestre
El agave cocuy es una planta silvestre que nace en las cordilleras del occidente venezolano, una de las principales fuentes de sustento de estas poblaciones del occidente venezolano, especialmente de los estados Lara y Falcón.
El uso de esta planta se remonta a la época prehispánica. Los indígenas la utilizaban para curar sus males de salud y para construir sus casas y sus hamacas donde dormían y descansaban. También preparaban bebidas.
Entre finales del siglo XIX y principios del XX se consolidó el uso de esta planta para hacer el licor conocido como cocuy. En aquella época grandes extensiones del agave se visualizaban en las zonas semiáridas del centrooccidente venezolano.
El historiador Reinaldo Rojas comentó que en aquella época había industrias dedicadas a la producción de esta bebida. En los años 20 del siglo pasado, por lo menos, existió la empresa Cocuy Lara.
De la década de los 40 se conoce la industria Cocuy El Triunfo de Bobare, San Pedro y Siquisique de Carora. También Cocuy Buena Vista.
En esa época se conocieron personajes que producían la bebida, como El Celador, encargado de garantizar la producción del cocuy, y El Librero, dedicado a controlar el alambique en el que se destila la bebida.
“El Estado cobraba sus impuestos y era una actividad completamente legal”, señaló el historiador. No obstante, refirió que el destino de la producción de cocuy cambiaría radicalmente.
El cocuy en la clandestinidad
A principios de la década de los años 50, en el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, entró en vigencia una nueva ley de licores.
La norma establecía que las bebidas alcohólicas que se expendiesen legalmente en el país no podían pasar de 50 grados, entre otra serie de disposiciones. El cocuy, en su estado natural, puede llegar hasta 80 grados alcohólicos.
De esta manera el licor artesanal pasó de la noche a la mañana a la clandestinidad y fue severamente penalizado por el Estado.
Agustín Ereú se inmortalizó como una de las primeras víctimas de la producción del cocuy de manera ilegal.
El 2 de agosto de 1956 cayó abatido por los cuerpos de seguridad del Estado, en la entrada de la población de Aguada Grande, estado Lara.
Ereú transportaba sobre el lomo de una fiel mula una importante cantidad de cocuy de manera clandestina.
Este campesino larense era uno de las decenas de productores de cocuy perseguidos por las autoridades venezolanas de aquella época. Ereú fue víctima de la criminalización de la bebida.
La reivindicación del agave
La producción de cocuy no desapareció con la aprobación de una nueva ley. Esta actividad es una tradición que se remonta a la época prehispánica.
Además, ha permitido mantener a las familias de esta zona del estado Lara en época de grandes hambrunas, como las vividas en el siglo XX.
Reinaldo Rojas relató que los campesinos sacaban la cabeza de la planta conocida como penca y la hervían con leche de cabra, constituyéndose de esta manera en un alimento que permitía a las familias apaciguar el hambre.
“Desde la época prehispánica los antecesores del campesino: el indígena, utilizaban la planta de agave de manera muy versátil”, agregó Rojas.
Además del alimento se obtenía, y se sigue obteniendo aún, el maguey, una fibra de cocuiza mezclada con barro de la cual se saca el bahareque para la construcción de casas.
También se obtiene el pabilo para el tejido de chinchorros y hamacas para dormir y descansar, además de su uso como propiedad medicinal y curativa.
Patrimonio, cultura y vida
El historiador señaló que el cocuyero, como se le conoce al productor de cocuy, “resistió la persecución gubernamental, porque no era un aguardiente más”.
Agregó: “Además de ser su aguardiente, era un vehículo para sobrevivir cuando la necesidad apretaba, era su patrimonio, era su cultura, era su vida”.
Por estas razones la producción de cocuy no podía desaparecer, a pesar de las prohibiciones del Estado venezolano del siglo XX.
La manufactura de este licor se mantuvo clandestina durante décadas, pero no desapareció.
Por el contrario, terminó convirtiéndose en uno de los patrimonios culturales más importantes del estado Lara.
Una planta en extinción
La intensa explotación y falta de reforestación provocó con el tiempo la desaparición de grandes hectáreas de la planta. En la actualidad se produce en pequeñas cimas de las serranías larenses y falconianas.
El gobierno revolucionario apoya un proceso de reforestación de la planta agave cocuy, además de acompañar la capacitación de los productores de la planta para la producción artesanal de la bebida, lo que se puede hacer, por ahora, hasta que la reforestación brinde mayores frutos.
Este proceso se cumple, en parte, a través de las redes socialistas de innovación productiva que apoyan el trabajo de más de 300 familias larenses que producen cocuy.
Asimismo, se realiza la Feria del Cocuy en febrero de cada año, organizada por los productores del sector La Ciénaga del municipio Urdaneta. Estos productores declararon el 25 de febrero como el Día del Cocuy.
Leopoldo Ramos, uno de los productores en Lara, señaló que con la revolución “los cocuyeros hemos logrado muchas cosas, entre las cuales están organizarnos y trabajar bajo un techo como lo hacemos en estos momentos”.
Añadió: “Hemos logrado, también, adoptar nuevas tecnologías a través de los alambiques para mejorar el producto y las técnicas de producción en la zona”.
Igualmente, dijo: “Sabemos que todavía falta avanzar mucho, pero por lo menos no solamente han dejado de perseguirnos por esta actividad sino que también nos han permitido apertrecharnos de nuevas herramientas para seguir avanzando”.
Los caminos del cocuy
El proceso de producción artesanal del cocuy se inicia con el campesino cogiendo sierra adentro, como dicen ellos, en busca de la planta de agave cocuy.
Luego se la llevan a su casa, donde tienen normalmente un alambique, lugar en el que procesan el aguardiente. Después pelan la planta y sacan la cabeza de cocuy o la penca.
Allí se encuentra el líquido. Prensan la cabeza y sacan el líquido, además “se arregla el horno del alambique, se coloca la leña y el guarapo”, contó el productor Isaías Vargas sobre la producción de la bebida.
Explicó que “luego se espera que se fermente el guarapo, de tres a ocho días, dependiendo del gusto de uno”.
Una vez que se ha fermentado la bebida, se enciende el horno “y se deja que hierva el aguardiente en el ollón”, uno de los envases del alambique.
En la medida en que se calienta el líquido se desplaza por unos cilindros artesanales que permiten “la purificación del aguardiente”, dijo Vargas.
De allí el aguardiente sube a otros cilindros que conducen a la parte baja de una pipa en la que se coloca un recipiente. Allí finalmente cae el aguardiente de cocuy. Está listo para su consumo.
“Hay cocuy de primera y cocuy de segunda”, señaló el productor. El de segunda lleva azúcar y el de primera no lleva ningún aditivo.
Este último es buscado por los consumidores de cocuy en las esquinas de Barquisimeto, Carora, El Tocuyo, Sarare, Quíbor, Cabudare, Duaca y Sanare, entre otras ciudades y pueblos de Lara, donde se comercializa el producto en pequeñas tiendas y casas.
Hay que tomarlo “aguantaíto”
Joaquín Edíes, uno de los productores más antiguos de cocuy de Urdaneta, contó: “Comencé con eso hace muchos años. Ya ni recuerdo”.
Señaló que comenzó la producción del agave con un cuñado de nombre Saúl. “A mí y a otros campesinos nos tocó vivir la guerra del cocuy”, en referencia a la época en que la producción pasó a la clandestinidad.
Dijo: “En esa época uno trabajaba muy oculto por la guardia. Uno trabajaba poco a poco ¿Me entiende?. No podíamos producir mucho, pero siempre lo hacíamos”.
Contó que él tenía su alambique bien lejos de la casa, ya que “así lo teníamos todos. Hasta se bebía a escondidas en la casa”.
Manifestó que “si llegaba la Guardia y te descubría, te quitaba todo y, de paso, te llevaban preso. A algunos los mataron. A mí nunca me llegaron a decomisar nada, porque lo ocultaba muy bien. Era bueno para guerrillero”.
Comentó que algunos de sus amigos no corrieron con la misma suerte. Hoy pueden producir, de manera artesanal, hasta más de 120 litros en una jornada.
Finalmente, refirió con un tono de sapiencia: “Sabe que para beber cocuy no se debe apurar mucho uno. Se bebe un palo y se aguanta un poquito. Así se debe el cocuy: Aguantaíto…”.